Layna Serrano en «Castillos de Guadalajara» mantenía que durante la dominación musulmana de la zona, nuestro castillo pudo haber sido sujeto de varios acontecimientos bélicos, en concreto habla de tres: el primero reinando Alfonso III El Magno de León, ya que éste rey depredó la comarca de Atienza y tomó su castillo sobre los años 870-874 tal como refleja la «Crónica de Sampiro».
El segundo acontecimiento militar ocurriría sobre el año 917-921 reinando Ordoño II. Este rey tras derrotar a las huestes musulmanas de Abderramán III y colgar la cabeza de su general en jefe Ibn-Abi-Abda (junto a la de un jabalí) en el castillo de San Esteban de Gormaz (se habla en las crónicas de que sembró de muertos musulmanes de Atienza a Paracuellos), según la «Crónica de Sampiro» hizo una razzia por la zona, nombrándose los pueblos de Atencia (Atienza), Sintilla (¿Cendejas?), Palmacio (Pálmaces); Castellion (¿Castejón de Henares?¿Jadraque?). Al aprovechar la derrota de las huestes musulmanas, bien pudo haber pasado por nuestra zona, según opina Layna.
Según el arabista Levi-Provençal, el conde castellano Sancho García, por el año 1008, realizó un aceifa por la zona, depredando los alrededores de Atienza. No sabemos si la zona de la Riba fue afectada.
La tercera aceifa sería la de Fernando I. La primera mención escrita a nuestra fortaleza se produce en la «Crónica Silense» obra escrita en la segunda década del siglo XII por un monje anónimo del monasterio de Silos y que abarca desde los comienzos del reinado visigodo al reinado de Fernando I, en concreto se menciona el castillo como uno de los lugares que tomó el rey Fernando I durante una algarada en el año de 1060. En esa época esta zona pertenecía al rey taifa de Zaragoza Al-Muqtadir (1046-1081) y el rey castellano aprovechó un ataque del rey de Aragón Ramiro I y del conde de Barcelona Ramón Berenguer I al rey taifa de Zaragoza. Todo este episodio parece originarse ante el impago del tributo anual que este rey taifa venía haciendo a Fernando I y que parece ser que le permitió ocupar este territorio durante un tiempo antes de que otro rey taifa, en este caso el de Toledo (tras el oportuno pago de parias a Fernando I) recuperase esta zona.

En una primera algarada anterior conquistó las plazas de Gormaz, Aguilera y Berlanga, en Soria y en el año 1060 bajó desde estas localidades por el curso del río Bordecorex (actualmente Torete) destruyendo todas las torres vigías que controlaban la zona («Prosternit etiam turres omnes vigiliarum, barbarico more super montem Parrantagon eminentes, atque municipia in valle Hordecorex ob tuitione arantium boum per agros passim constructa«) y conquistó el castillo de la Riba («castro coque Santi Iusti«) que protegía el curso del río Salado, después bajó por el cauce de este río hasta Huérmeces del Cerro («Guermos«) rapiñando las diversas localidades que hay en su camino, como Santamera («Sancte Mayre municipium«) y en este punto se corta la crónica. Hay dos versiones de lo sucedido a posteriori, una que dice que siguió hasta Sigüenza y a Molina de Aragón (Francisco de Berganza, «Antigüedades de España, propugnadas en las noticias de sus Reyes, en la Crónica (sic) del Real Monasterio de San Pedro de Cardeña. Parte segunda», Madrid, Francisco del Hierro, 1721) y otra (Marcos Nieto) que entiende que Fernando I se dio la vuelta y se volvió hasta tierras sorianas debido a la presencia en su camino de la fortaleza existente en Baides.
En todo caso la zona no quedó como reconquistada y repoblada, únicamente sirvió para desestabilizar toda la comarca, robar el ganado y rapiñar las cosechas, presionar a los distintos reyezuelos para el cobro de parias o tributos y saquear las distintas explotaciones saliníferas que había en la zona y que ya con los romanos habían sido explotadas.


Poco después, bajo el reinado del hijo de Fernando I, Alfonso VI, sucedería el famoso episodio de la aceifa de Rodrigo Díaz de Vivar «El Cid» por esta comarca. Según nos comenta David Porrinas González en su libro: «El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra», en el año 1081 mientras Alfonso VI marchaba a una región rebelde musulmana, Rodrigo Díaz «permaneció enfermo en Castilla» (Historia Roderici), dicha crónica nos comenta que hubo una incursión musulmana hacia la villa soriana de Gormaz, donde consiguieron no poco botín. Ante aquella cabalgada, Rodrigo persiguió a los incursores y penetró dentro de la taifa de Toledo, en la comarca de nuestro estudio, «saqueando y devastando la tierra de los musulmanes», en la que apresó «entre hombres y mujeres a siete mil», a quienes «les quitó a la fuerza, virilmente, todo el ajuar y las riquezas y se los llevó a su tierra» (Historia Roderici). ¿Acto de venganza o intereses personales de enriquecimiento del Cid? Parece ser que a raiz de esta incursión, se produjo el primer destierro del Cid.
Según Layna, tras el destierro del noble castellano, (nosotros entendemos que fue antes del destierro), éste bajo por la sierra de Miedes, dejando a la izquierda la importante plaza fuerte de Atienza (Penya muy fort según el Cantar del Mío Cid) y sin atacarla debido a que estaría fuertemente guarnecida. Prueba de ello, entiende Layna, es que en otro caso hubiera bajado por los altos de Romanillos evitando la proximidad de Atienza y que si no lo hizo era porque Atienza quedaba un poco distante de la ruta y que podía burlarse la vigilancia de la guarnición de Atienza bajando por Miedes de noche para llegar a Castejón de Henares al amanecer. Por la zona del río Salado se entiende que no pasaría debido a la existencia del castillo objeto de nuestro estudio.
Una vez traspasado el peligro que suponía la existencia de la plaza fuerte de Atienza, Rodrigo Díaz conquistó y saqueó «Castejón, el que es sobre Fenares» discutiéndose si se refiere a Castejón de Henares o a una antigua población sita a la vera del castillo de Jadraque, aunque parece ser que predomina la primera opción.


Mediante un pacto con el rey taifa de toledo Al-Quadir, Alfonso VI conquista todo el territorio de la taifa de Toledo a cambio de la soberanía de Al-Quadir sobre la taifa de Valencia (Pacto de Cuenca). Ese pacto tendría lugar sobre el 1085 y poco antes o después parece ser, según la crónica del arzobispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de la Rada, Atienza y Ripa (Riba de Santiuste) pasarían al control del rey castellano. No obstante debido a la fuerte devastación, despoblamiento y ruina causados por tantos actos de rapiña y de incursiones y por su situación fronteriza, durante estos años esta zona estuvo todavía sometida al poderío musulmán almorávide proveniente de la cercana Medinaceli conquistada por éstos tras el descalabro cristiano en Uclés (1108), y además sobre el año 1109 una expedición almorávide penetró por el valle del Henares, puso una guarnición en Sigüenza y obligó a levantar el cerco cristiano sobre Medinaceli. Estos musulmanes resistieron en esta zona durante aproximadamente medio siglo.
Una vez atenuado el peligro almorávide, bajo el reinado de la reina Urraca, hija de Alfonso VI, se nombra en 1121 como obispo de Sigüenza, a pesar de que aún no estaba conquistada, a un tal Bernardo de Agen, de origen francés traído a España por el arzobispo también galo de Toledo Bernardo de Sedirac. Dicho acto se enmarca dentro del interés regio por la creación o refundación en este caso de nuevas sedes episcopales con la finalidad doble de la extensión de la religión católica y repoblar y afianzar tierras recién conquistadas. Recordemos que Sigüenza había sido sede episcopal con los reyes visigodos. En 1122 Bernardo de Agen acompañaría al rey consorte de Castilla Alfonso I El Batallador, marido de la reina Urraca, en una campaña por la parte media y superior de la Alcarria, pero sería en el año 1123 o 1124 cuando se ocupara efectivamente Sigüenza y su comarca limítrofe ya no mediante un gran esfuerzo bélico si no como un posesionamiento simbólico de una ciudad desamparada militarmente. A partir de 1124 se inicia la colonización efectiva de la zona de Sigüenza, ya en un documento real de doña Urraca de fecha 1 de febrero de 1124 se concede a la sede episcopal seguntina la décima parte del portazgo de Atienza y Medinaceli para su desarrollo debido a que «durante cuatrocientos años estuvo destruida y asolada».
Durante cuarenta años una parte de Sigüenza (la de arriba, el castillo y la población adjunta) eran patrimonio regio y la Sigüenza inferior (catedral y sus pobladores) sería señorío episcopal (donación real de 1138), no obstante el 7 de mayo de 1146 Alfonso VII dona al obispo su parte, la Sigüenza superior, constituyendo un único señorío eclesiástico. El castillo y la villa de Riba de Santiuste fue la primera posesión del señorío episcopal de Sigüenza, donados por Alfonso VII a la mitra seguntina en el año 1129, (se consigna que se hace la donación del castillo de Santiuste toto integro así como la villa de la Rippa que está cerca de él poblada ), con confirmaciones en documentos de 1130 y 1135.
En 1135 Alfonso VII hablaría en plural sobre el castillo y el rosario de aldeas y heredades surgidas a su sombra: «..et in Sancto Justo et in aldeis eorum«. Estas aldeas serían Tobes, Sienes, Torrecuadrada (despoblado), Valdecubo, Las Aldehuelas (también despoblada) y Querencia. No obstante parece que el castillo y su territorio debió de volver a manos del Rey ya que el 9 de septiembre de 1140 aparece donándolo con Talamanca del Jarama a la condesa Urraca Fernández, pero no va a durar mucho esta donación ya que el mismo Alfonso VII la recobrará el 3 de febrero de 1148 cambiándosela a la condesa por las villas de Curiel y Castroverde de Cerrato y así permanecerá adscrito a la Corona por más de cuarenta años hasta que Alfonso VIII por documento de día 18 de octubre de 1189 procede a donarlo nuevamente al obispo de Sigüenza, ya no es una confirmación de la anterior donación de 1128 sino que es una donación ex novo. Según Marcos Nieto esto nos da una idea de la importancia que tenía en aquellos tiempos nuestro castillo ya no sólo como emplazamiento fortificado si no por el floreciente negocio representado por las salinas de la comarca, de hecho en esta confirmación de 1198 se menciona: » el castro de San Justo con todas sus heredades y con la villa de la Riba con todos sus derechos, es decir, con las salinas, portazgos, prados, torres, molinos, montes, fuentes, salidas y entradas y con todos los términos que a tal castillo pertenecen por derecho hereditario, tal y como exige el real derecho». También se puede distinguir en dicho documento la dualidad castillo (castro de San Justo) y villa de la Riba a la que hemos hecho referencia en la etapa musulmana y que perduraría en estos años.
En 1132 nuestro castillo fue protagonista de un suceso bélico: durante las enmarañadas disputas entre Alfonso VII y su antiguo padrastro Alfonso I el Batallador de Aragón, éste último sitió la villa de Morón de Almazán, sus habitantes avisaron a Alfonso VII y éste partió con «setecientos caballeros de seña» desde la villa de Atienza al castillo de la Riba, alojándose en éste y después continuaron hacia Morón, consiguiendo que Alfonso I levantara el sitio y se retirara hacia Almazán, haciéndose fuerte en esta ciudad. Una vez que Alfonso VII llegó hasta los muros de Almazán, se retiró hacia sus dominios haciendo lo mismo su homónimo rey de Aragón.
Entre otras confirmaciones reales de la donación de nuestro castillo a los obispos de Sigüenza, se encuentra un privilegio rodado en colores del rey Alfonso X El Sabio fechado en Vitoria el 23 de diciembre de 1276 y que se conservaba en el archivo seguntino (Layna).
